“En China la cultura se proyecta hacia el futuro”: el aprendizaje que marcó a una investigadora chilena

Karina Campos, una chilena de 33 años, vive actualmente en Shanghái completando su tesis para el Máster en Patrimonio Cultural y Museografía. En conversación con el programa Efecto China compartió los detalles de un viaje que comenzó con una profunda curiosidad por explorar el mundo y la llevó a una de las metrópolis más vibrantes de Asia.

Su motor inicial, según explica, fue una inquietud innata por conocer otras realidades de primera mano. “Yo me considero una persona muy curiosa. Desde muy joven, yo creo 15, 16 años, sentía como esta necesidad de querer ver el mundo en primera persona. Como que la curiosidad siempre ha sido el motor que me mueve a entrar, a descubrir, a conocer cómo funciona la vida en distintos lugares”, señaló Campos.

Esa misma curiosidad la llevó primero a mochilear por Latinoamérica, pero fue la precariedad del sector cultural en Chile lo que la impulsó a buscar oportunidades académicas en el extranjero.

La decisión de postular a China llegó tras encontrar las becas del gobierno chino (CSC), viendo en ello una oportunidad para observar una institucionalidad cultural con una visión diferente.

“Definitivamente hay una precariedad en los trabajadores de la cultura (en Chile) que constantemente estamos dependiendo de fondos, una inestabilidad. Generalmente sostenemos proyectos con visiones muy cortoplacistas“, explicó sobre su motivación para buscar nuevos horizontes.

Primeras impresiones y la calidez frente a la barrera del idioma

La llegada a China, retrasada dos años por la pandemia, fue un momento de gran emoción. “Me fui en el avión con el corazón latiendo a mil porque sabía que era una oportunidad que había deseado mucho”, confesó.

A pesar de los miedos iniciales sobre la adaptación y la barrera idiomática, la experiencia en terreno superó sus expectativas.

Uno de los aspectos que más la sorprendió fue la disposición de la gente para ayudarla, un contraste que notó en comparación con su experiencia previa en Alemania.

“Creo que la diferencia está en la proximidad que tienen los chinos a ayudarte. Es distinto, es muy distinto a cómo un alemán se acerca a ti”, afirmó. Campos describió cómo, a pesar de no entender el idioma, los locales se esfuerzan por comunicarse.

“El chino en general te escucha, saca su celular para traducir contigo (…) de alguna forma te acompaña y creo que esa recepción que tienen hacia el extranjero es muy positiva y algo que difícilmente se ve en otros contextos migratorios“, agregó, destacando la seguridad y tranquilidad que esto le proporcionó como extranjera.

La adaptación también implicó sumergirse en una cultura con un fuerte sentido de comunidad. “Uno se integra a una manera de concebir la sociedad como desde un punto colectivo, como hay un sentimiento muy fuerte de comunidad y eso lo ve en las calles, en cómo también los mayores son partícipes del espacio público”, concluyó.

Patrimonio a gran escala

Campos realizó también un análisis comparativo sobre cómo se gestiona el legado histórico y cultural en Asia y Latinoamérica. Su experiencia académica en el gigante asiático le ha permitido observar un modelo que se diferencia radicalmente por su escala, planificación y la forma en que integra tradición y modernidad.

El impacto más significativo para Campos fue la magnitud de los proyectos culturales chinos. “Yo creo que es la escala, porque en China todo opera en una escala distinta”, afirmó.

Como ejemplo, relató su visita a Qufu para un evento conmemorativo del nacimiento de Confucio: “Paralizaron la ciudad completa, es decir, estaban los gobiernos regionales, los provinciales (…) todos alineados para, por ejemplo, sostener un proyecto de esa escala que jamás en Chile, o sea, ni desde los gobiernos, uno como que ha visto con sus propios ojos”.

Esta capacidad de movilización, según ella, es un indicador de cómo China entiende el valor de su cultura, sin escatimar en recursos para financiarla.

Modernidad sin miedo al pasado

Otro aspecto clave del modelo chino es su visión a largo plazo, que difiere de los ciclos cortos habituales en Chile y Latinoamérica. Campos destacó que China no solo busca conservar su pasado, sino que lo proyecta hacia el futuro con orgullo y sin temor a la modernización.

“China entiende la cultura no solamente como conservar el pasado, sino que ellos además lo miran con bastante orgullo y sin miedo de incorporarla y de modernizarla“, explicó.

Esta mentalidad se refleja en la planificación urbana. Mientras en Chile el patrimonio a menudo se utiliza como herramienta de defensa contra el desarrollo inmobiliario, como en el caso del Barrio Yungay, en China se busca una coexistencia.

“En el caso de China, que progresa y que construye a un ritmo súper acelerado, uno ve que tienen una noción donde eso se cuida”, señaló. Campos describe cómo pequeños pueblos tradicionales se integran al crecimiento de las grandes ciudades sin perder su esencia. “Ellos utilizan su historia para integrarla de aquí a 20, 30, 50 años y son motores de desarrollo local. (…) Shanghái es un muy buen ejemplo donde la tradición y la modernidad están juntas“, concluyó.

Para quienes deseen observar este fenómeno, recomienda visitar los “pueblitos del agua” en el delta del Yangtze, donde se puede ver “en primera persona cómo la vida local, cómo la vida de pueblo convive con todo lo que es esta modernidad”.

También te podría interesar... …